Francisco Paladino

(diseño, redacción, iluminación y puesta en escena)

Descripción

Este blog, así como usted lo ve, es un Trabajo Final de la cátedra II de Comunicación y Medios, materia dictada en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata. Si usted es docente o estudiante de dicha universidad, los contenidos le serán familiares. Si usted, en cambio, llegó aquí por casualidad... ¡Huya antes de que el conocimiento lo alcance!

22 de junio de 2010

EJE 1

Nuevas reglas de juego
El fútbol es el deporte más popular de nuestro país, hecho que lo transforma en un blanco fantástico para su reproducción masiva. Mucha gente ama el fútbol, y como los conglomerados comunicacionales lo saben, aprovechan esta pasión para lanzar al estrellato la liga local a través de sus medios, generando un vínculo casi perfecto entre fútbol y TV, en el que ambas partes salen beneficiadas. La televisión, fantástica reproductora de imágenes lejanas, transmite el fútbol para enormes audiencias pasionales; los clubes de futbol, agremiados en la AFA, ceden los derechos de la retransmisión de sus encuentros a la televisión por enormes cantidades de dinero. Así se organiza desde que la TV existe, ésta “produce el espectáculo deportivo” y lo adapta a sus necesidades, a cambio de difusión y sustento económico. En nuestro país ha funcionado este mecanismo a la perfección hasta un quiebre muy reciente.
El advenimiento del “Fútbol para todos” en reemplazo de la antigua televisación privada generó una revolución mediática que afectó la manera en que todos los canales de aire se relacionaban con el deporte más popular de Argentina. Como TSC era propietaria de los derechos para pasar los partidos de la liga local por TV, ningún canal que no fuera de esa empresa podía transmitir las jugadas o los goles hasta el día lunes. TyC Sports, de Torneos y Competencias, emitía casi todos los partidos por su señal de cable, otros por su señal de pay per view (paga) y tan solo dos iban por canales de aire. El programa futbolístico del Grupo Clarín “Fútbol de Primera”, salía todos los domingos a la noche por Canal 13, el canal de aire del grupo, y era el primero en transmitir las mejores jugadas y los goles de la fecha. El pueblo argentino era víctima de una construcción ficcional elaborada por los oligopolios mediáticos que conformaban TSC según los cuales lo “lógico” era ver el resumen futbolístico del fin de semana en el programa que encabezaba Macaya Márquez.
Los medios de comunicación, siervos del sistema impuesto por Televisión Satelital Codificada, reproducían un discurso que reivindicaba el enorme negociado establecido entre la AFA y la compañía de TV en el año 1987, anulando así cualquier tipo de reacción en contra. Los canales de televisión, las radios y los diarios más importantes del país pertenecían (y aún hoy pertenecen) a las empresas que dominaban la televisación del fútbol, por lo que la supuesta neutralidad del proceso de comunicación caía en el olvido, en pos de la defensa de una mercancía que dejaba a su comerciante un rédito inigualable. Asistíamos, entonces, a la construcción de un sentido común que tildaba como correcta la forma en que se organizaban las transmisiones de fútbol. La falsa objetividad en el análisis de la situación queda desnuda ante la definición de Jesús Martín-Barbero: “el sentido no existe sin la forma, y toda forma es la imposición de un sentido, no existen formas neutras”.
El dominio absoluto sobre la opinión pública que tenían los medios de comunicación en los tiempos del fútbol privado comienza su retroceso cuando se empieza a discutir la Nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual a nivel nacional. Este debate tiene su cúspide en la presentación del Proyecto de Ley en el Congreso por parte del Poder Ejecutivo, en febrero del año 2009, y da pie a lo que será una nueva era en la comunicación de nuestro país. Con la polémica por la Ley de SCA instalada en la sociedad, asoma una renovada mirada crítica sobre los medios de comunicación y su construcción discursiva, que lejos de ser objetiva como se supone casi míticamente, responde a una posición ideológica y a intereses político-económicos.
En este contexto, la Asociación de Fútbol Argentino rompe su acuerdo con TSC debido a diferencias económicas, y el Gobierno Nacional ofrece a su Presidente, Julio Grondona, un contrato a través del cual la televisación del fútbol pasa a ser propiedad del Estado. A partir de ese momento, el discurso mediático del Grupo Clarín y sus allegados con respecto a difusión de los partidos de primera división cambia radicalmente, y empieza a aparecer en la portada de su diario y con recurrencia en sus programas televisivos. Los dueños de los medios de comunicación, despojados de su mercancía más valiosa, cambian su manera de ordenar el mundo, en pos de demonizar a la nueva “potencia futbolera” llamada Televisión Pública, que controla el Gobierno y con la que reproduce sus propios intereses.
Las cifras de dinero manejadas por la AFA para la televisación del fútbol pasan a ser tema central en la agenda del conglomerado mediático de Clarín, cuando antes banalizaban hasta el hartazgo los números rojos que manejaban los clubes argentinos. Sin embargo, la crítica y el vituperio clarinista no hacen hincapié en cuestiones políticas o de fondo, sino que redirigen su discurso hacia el “gasto” que realiza el Estado para mantener pública y gratuita la transmisión deportiva. El tema “Fútbol para todos” cae en una suerte de amnesia estructural para todos los medios de comunicación opositores a la medida, nadie recuerda su turbio pasado privado. Además, la discusión profunda perjudica notablemente a los medios oligopólicos, por lo que proceden a despolitizarlo en virtud de sus intereses económicos, transformando una medida revolucionaria en un “derroche de bienes públicos”.
Los medios que nada tenían que ver con Clarín, aprovechan la pluralización del fútbol para retransmitirlo por sus canales, ya sean de aire o de cable: América, Crónica y Canal 9 son ejemplos de esto. La Televisión Pública, mientras tanto, tuvo que adecuarse a la difusión de partidos de fútbol, para los que no estaba adecuada, y fue mejorando la calidad de las transmisiones progresivamente hasta alcanzar un estándar aceptable. Para finales de 2009, los partidos podían verse en excelente calidad en varios canales de televisión y proliferaban los programas de fútbol que analizaban la fecha con la libertad de pasar los segmentos que les resultaran apropiados.
Para adaptarse a este nuevo orden, los medios de comunicación se vieron obligados a cambiar sus formas, ya sea para darle nuevo espacio al fútbol, o para buscar una manera innovadora de resaltar por sobre los demás programas, con el mismo material. Así, por ejemplo, fútbol de primera, el programa deportivo que más premios Martín Fierro ganó en la historia de la televisión, tuvo que rebajarse a competir con otras emisiones futbolísticas y entró en decadencia. Al principio, intentó resistir con notas a los técnicos en el piso y entrevistas instantáneas a los jugadores tras la finalización del último partido del día, pero terminó siendo levantado porque no rendía económicamente. Otros programas, como por ejemplo el de Alejandro Fantino, recurrieron al sensacionalismo con panelistas, buscando polémicas entre los futbolistas al mejor estilo Jorge Rial, pero el producto fue mediocre.
La relación de los medios de comunicación con el poder dio un giro importantísimo a partir de la estatización de los derechos para televisar el fútbol. El poder simbólico que antes recaía directamente sobre los medios que vendían el deporte como mercancía, volvió al Estado para su explotación en favor del pueblo. Quedará por ver lo que el Gobierno de turno pueda hacer con un arma tan poderosa, lo que es seguro es que los oligopolios mediáticos no caerán sin dar batalla, en su afán de desprestigiar al Poder Ejecutivo, buscando retomar el control perdido.

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